Amantes asesiandos por una perdiz
Fue muy sencillo. Se amaban por encima de todos los museos. Mano derecha con mano izquierda, mano izquierda con mano derecha. Pie derecho con pie derecho, pie izquierdo con nube. Cabello con planta de pie, planta de pie con mejilla izquierda. Oh mejilla izquierda, oh noroeste de barquitos y hormigas de mercurio.
Dame el pañuelo Genoveva, voy a llorar. Voy a llorar hasta que de mis ojos salga una muchedumbre de siemprevivas.
Se acostaban. No había otro espectaculo más tierno ¿me ha oído usted? Se acostaban. Muslo izquierdo con antebrazo izquierdo, ojos cerrados con uñas abiertas, cintura con nuca y con playa, y las cuatro orejitas eran cuatro angeles en la choza de la nieve. Se querían, se amaban a pesar de la ley de la gravedad.
La diferencia que existe entre una espina de rosa y un Start es sencillísima, cuando descubrieron esto se fueron al campo. ¡Dios mío se amaban! Se amaban ante los ojos de los quimicos. Espalda con tierra, tierra con anís. Luna con hombro dormirdo y las cinturas se entercruzaban una y otra con un rumor de vidrios.
Yo vi temblar sus mejillas cuando los profesores de la Universidad les traín miel y vinagre en una esponja diminuta. Muchas veces tenían que apartar a los perros que gemían por las yedras blanquísimas del lecho.
Pero ellos se amaban. Eran un hombre, y una mujer. O sea un hombre y un pedacito de tierra, un elefante y un niño, un niño y un junco. Eran dos mancebs desmayados y una pierna de níquel ¡eran los barqueros! Si, eran los barqueros del guadiana que con sus remos cercaban todas las rosas del mundo.
El viejo marino escupió el tabaco de su boca y dió grandes voces para espantar a las gaviotas, pero ya era demasiado tarde. Ocurrío, tenía que ocurrir. Cuando las mujeres enlutadas llegaron a casa del gobernador este comía tranquilamente almendras verdes y pescados frescos en exquisito plato de oro. Era preferible no haber habaldo con el.
En las islas Azores, casi no puedo llorar, yo puse dos telegramas. Pero desgraciadamente era deamsiado tarde.
Solo se deciros que los niños que pasaban por la orilla del bosque, vieron una perdiz que hechaba un hilito de sangre por el pico.
Esta es la causa querido capitán de mi extraña melancolía.